La desnutrición relacionada con la enfermedad (DRE) es una condición infradiagnosticada, con elevada prevalencia en pacientes hospitalizados, en centros sociosanitarios y en el ámbito ambulatorio (1-3). Su impacto clínico y económico es innegable: incrementa la morbimortalidad, prolonga las estancias, reduce la calidad de vida y funcionalidad, y eleva los costes sanitarios (4,5). Ante esta realidad, la Declaración de Málaga —presentada en el Congreso Nacional de SENPE en 2025 y avalada por sociedades científicas y asociaciones de pacientes— representa un punto de inflexión en el abordaje de la nutrición clínica: reclama la integración sistemática de la valoración morfofuncional (VMF) como herramienta esencial del proceso asistencial nutricional (6).