La pandemia por SARS-CoV-2 va a marcar, sin duda, un punto de inflexión en la forma de llevar a cabo la actividad asistencial y en el desarrollo de la telemedicina (TM) en España. Hasta el momento actual, en la sanidad pública su uso se ha limitado a proyectos
aislados y en el entorno privado, aunque ha tenido una mayor implantación, tampoco ha tenido un recorrido uniforme.
Esta crisis sanitaria ha puesto sobre la mesa la necesidad de implementar el desarrollo de nuevos modelos asistenciales no presenciales1. Según la encuesta que realizó la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) a sus socios en abril de 2020, solo el 19,5% disponían del formato de teleconsulta (TC) antes de la crisis. El 77,4% del resto de socios refirieron haber realizado TC durante las semanas de la pandemia, tanto como medida de emergencia como de forma oficial.
El apoyo a la creatividad y la innovación en los servicios sanitarios es parte constitutiva de la misión interna de los sistemas de salud en general, y uno de los retos futuros que se planteaba la SEEN en su Reflexión Estratégica sobre el futuro de la especialidad en el periodo 2018-2022.
La utilización de las nuevas tecnologías, incluyendo la teleconsulta, como parte de los procesos asistenciales en las patologías de nuestra especialidad, puede mejorar la calidad de la atención clínica y optimizar el uso de los recursos sanitarios. Estas herramientas, sin embargo, deben utilizarse siguiendo unas directrices claras, que tengan en cuenta los aspectos éticos y legales y desde una perspectiva centrada en el beneficio del paciente.
En este documento queremos establecer las bases mínimas para mantener una asistencia sanitaria innovadora, humana, eficiente y de calidad.